Por
Paula Lozano-Mulet, Pablo Rivera, Mercedes Blanco y Carles Lindín
🟨🟥 Versió en català: llegiu aquí
🇬🇧 English version: read here
Cuando pensamos en cómo se prepara a quienes van a enseñar, solemos imaginar clases sobre cómo planificar actividades, cómo gestionar un aula o cómo adaptar el proceso de enseñanza-aprendizaje a distintas audiencias. Pero, en pleno siglo XXI, ¿no deberíamos también preguntarnos qué papel juega la tecnología en esa formación?
La educación está en transformación constante, y lo digital ya no es un añadido: es parte del día a día. Por eso, en este post queremos compartir algunas claves sobre cómo se están preparando las futuras generaciones de docentes en España para enseñar en contextos cada vez más tecnológicos. ¿Se están abordando temáticas clave?

La estructura actual de la formación docente
En España, la formación del profesorado sigue un marco nacional estructurado. Quienes aspiran a enseñar Educación Infantil y Primaria cursan un grado de cuatro años específicamente centrado en la etapa educativa. Los y las docentes de secundaria, por su parte, cursan una grado en una temática específica seguida de un máster de formación del profesorado de un año de duración.
Todas estas titulaciones deben incorporar una serie de competencias básicas comunes a nivel estatal. Sin embargo, en lo que respecta a la tecnología, los requisitos siguen siendo muy limitados. Por ejemplo, en los grados de educación primaria o infantil se incluye una sola competencia relacionada con la tecnología digital, centrada principalmente en su aplicación práctica en el aula. Aunque se trata de un paso en la dirección correcta, no aborda cuestiones más amplias como pueden ser la ética digital, la brecha tecnológica o los impactos sociales del uso de estas herramientas en la escuela.
¿Qué nos encontramos al analizar los planes docentes?
Como parte de ETH-TECH, nos propusimos investigar cómo se incorpora la tecnología digital a los programas de formación del profesorado español (es decir, en los planes docentes). Analizamos 38 universidades que ofrecen grados en educación e incluyen cursos relacionados con la tecnología. Lo que econtramos fue una gran diversidad en la forma en que se aborda la tecnología en la formación docente. En general, los cursos podían agruparse en tres tipos: (1) enfoque instrumental, (2) enfoque práctico y (3) perspectiva crítica.
(1) Enfoque instrumental.Son cursos centrados en enseñar a usar herramientas digitales específicas: pizarras interactivas, apps educativas, recursos multimedia. Pueden ser útiles, pero muchas veces se presentan como soluciones técnicas, sin reflexión sobre su sentido o impacto.
(2) Integración pedagógica. Aquí la tecnología se conecta con nuevas metodologías. Se trabajan estrategias como la gamificación, las clases invertidas o el aprendizaje colaborativo en línea. Lo digital no se enseña como un añadido, sino como parte integral del proceso educativo.
(3) Perspectiva crítica. Algunas asignaturas –pocas- adoptaban un enfoque más reflexivo, abordando cuestiones como la identidad digital, la alfabetización mediática o la inclusión digital. En los planes docentes de estas asignaturas se plantea no sólo cómo utilizar la tecnología, sino también por qué y qué consecuencias podría tener.

La pieza que falta: ética y responsabilidad digital… ¿hacia dónde vamos?
Una de las lagunas más evidentes fue la escasa presencia de contenidos relacionados con la ética digital. Cuestiones fundamentales como la privacidad de los datos, los sesgos algorítmicos o las desigualdades en el acceso a la tecnología apenas aparecen en los planes docentes analizados. Esto nos lleva a concluir que, si bien la formación del profesorado en España empieza a incorporar elementos del entorno digital, el enfoque sigue siendo parcial y queda mucho por avanzar.
Las universidades cuentan con margen para ampliar y enriquecer el marco estatal de competencias, y algunas ya están dando pasos en esa dirección con propuestas más innovadoras y críticas. El desafío ahora es garantizar que todo el profesorado en formación —y no solo quienes acceden a programas concretos— pueda desarrollar las habilidades, conocimientos y criterios éticos necesarios para enseñar en un mundo digitalizado. Las decisiones que tomen las universidades, las políticas públicas y el propio profesorado serán clave para garantizar un enfoque más integral en relación con la alfabetización digital y la ética. Algunas instituciones ya están tomando la iniciativa. ¿Les seguirán otras? Eso está por ver. Pero algo es evidente: con la inteligencia artificial cada vez más presente en el ámbito educativo, ya no se puede ignorar el debate sobre sus implicaciones éticas.
¿Y tú qué piensas? ¿Deberían tener más protagonismo la ética digital y el pensamiento crítico en la formación docente? Háznoslo saber en los comentarios.

Leave a Reply